Son nueve páginas de crítica así que simplemente copio la conclusión y os pongo un link para que la leáis.
El debut de la franquicia en la nueva generación se aleja en mayor o menor medida de la grandeza de los capítulos anteriores, principalmente porque no parece querer imitar su puesta en escena. Ha cambiado la esencia y con ella también las sensaciones que transmite el juego, aunque era de esperar si se tiene en cuenta que la fórmula tradicional hace mucho tiempo que pide a gritos una transformación que hasta el momento nadie ha sabido cuajar en pantalla como hizo Final Fantasy en generaciones pasadas. Se abarca una temática madura que basa todo el peso de su nombre en los seis personajes que entre idas y venidas se encargan de dar forma al trasfondo del argumento junto con su historia personal. En este sentido cumple su cometido con creces, pues la trama se transmite con sabiduría pese a no estar exenta de los clichés que empezamos a temer nunca van a desaparecer del género. Todos los elementos que están al margen del argumento se encargan de potenciarlo de una forma u otra.
Desde el Crystal Tools Engine, que se destapa como el mejor motor gráfico que se ha conocido en un JRPG durante esta generación, hasta el sistema de combates, cuyo principal objetivo es también entretener al jugador a falta de mayor libertad de acción durante los 10 primeros capítulos de la historia. Se mejora a partir de este momento en estos los sentidos pero no se consigue arreglar la mecánica sensación que transmite caminar siempre en la misma dirección, algo que funciona mientras la trama está en la cresta de la ola, pero no cuando sufre los altibajos que se han comentado a lo largo de este análisis. En este sentido, así como en el uso que se le otorga a las invocaciones o en la ausencia de un antagonista claro, el título cojea. La evolución que supone el BTC es crucial en el desarrollo de Final Fantasy XIII. Junto al sistema de formaciones representa la mayor innovación del título en términos jugables, dejando de lado la linealidad a la que nos somete. Este punto será el causante de que los aficionados que esperen una obra tradicional se encuentren con un producto que conserva la magia pero que no respeta (por no querer o no poder) el estilo tradicional de Final Fantasy.
Es un título que tarda en arrancar, que se toma su tiempo para mostrar sus bazas. Va de menos a más tocando techo en varios momentos cumbre, de los que siempre esperamos vivir en un capítulo troncal de la serie. Necesita tiempo para convencer al jugador de que puede alcanzar las cotas de calidad que se le presuponen, pero cuando lo hace no queda otro remedio que exprimirlo hasta que aparecen los créditos del final. En resumidas cuentas: Final Fantasy XIII pone en escena una nueva forma de entender la franquicia. No debe ser comparada con los clásicos del pasado porque no compite en la misma liga. Ha de ser apreciado por lo que es, por sus valores de producción y por saber hilar una trama que invita a ser vivida de principio a fin. Sólo por este hecho merece que se le dé una oportunidad que muchos le han querido negar antes de llegar al mercado. Los amarás, los odiarás, pero no te dejará indiferente. En eso es experta Square Enix.
Lo mejor
Los valores de producción. El Crystal Tools ofrece el mejor JRPG que se puede disfrutar técnicamente a día de hoy.
La tendencia cinematográfica del juego como una nueva forma de entender el JRPG.
El argumento, que sin estar exento de altibajos, recupera la magia de tiempos pasados.
La evolución del sistema de combate, sin la cual no se entendería la mecánica de juego.
El trabajo de Hamauzu tras la BSO, que hace olvidar a Nobuo Uematsu en una obra sublime.
Lo peor
El papel de los Eidolones, que una vez más no encaja como debiera en la propuesta jugable.
La ausencia de un antagonista claramente definido. El Sanctum es poco más que una abstracción.
La linealidad de la mecánica, pese al esfuerzo que se realiza en el último cuarto de partida.
Por el camino se pierde parte de la esencia tradicional de Final Fantasy.
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Fuente: Meristation