El dulce de Nautilus [FF XIII fanfic]

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El dulce de Nautilus [FF XIII fanfic]

Post by TashitaDissidia » 12 Nov 2012, 23:24

Bueno, aquí vengo con un nuevo fic ambientado en la novela Episode Zero -Promise-, concretamente, en la parte en la cual Fang se encuentra en el Lindblum. Los protas esta vez son mi trío favorito: Rygdea, Fang y Cid *^* Espero que os guste ^^

El dulce de Nautilus

Fang lanzó un suspiro de irritación, frustrada, mientras se dejaba caer en la cama. Aquel pequeño reducto, el único espacio que le pertenecía dentro del Lindblum, era como una cárcel que poco a poco se hacía más pequeña y la consumía. ¡Y todo porque no tenía ni una maldita ventana! Esa aeronave podría ser gigantesca, muy sofisticada, con una tecnología excelente…Y, aun con todo… ¿a nadie se le había ocurrido la genialidad de poner aunque solo fuera una ventana? ¡No pedía más! ¡Sólo una!

Esos humanos del Nido eran rematadamente raros para ella; débiles, confiados…y con un gusto por el diseño un tanto peculiar. Sin lugar a dudas, no sobrevivirían ni medio minuto en las extensas y salvajes llanuras del Gran Paals. Pero eso no era lo que le preocupaba en esos instantes. Sólo quería un diminuto y chiquitín agujerito en una de las paredes de la aeronave por el cual pudiera ver el cielo del Nido, sus pequeñas ciudades que brillaban como estrellas en la noche. A pesar de no ser un firmamento propiamente dicho –al menos, eso de tener tierra sobre ella no le parecía demasiado…lógico-, era mucho mejor que el material de lo que estuviese hecho el Lindblum. ¿Y si le pedía a Rygdea que hiciera un agujero? Habían labrado una buena… ¿amistad? Fang no sabía si calificarla de esa manera; sin embargo, no podía negar que entre ellos había buenas vibraciones, el chico le caía bien a pesar de poder ser calificado de enemigo. Lo cual no era del todo cierto, ya que tras la charla que había mantenido con Raines…

Sea como fuere, si se lo pidiera, no sacaría nada de nada, tal vez un comentario burlón por parte del moreno. Así pues, lanzó un reniego, golpeando de mala manera con un puño la mesita que se encontraba al lado de la cama, mandándola a la otra punta de la habitación.

Justo cuando estaba a punto de echar por tierra toda su buena educación con respecto a las personas que la acogían en el Lindblum mediante un proceso de destrucción por el cual aquella escueta habitación quedaría peor que cualquier ruina antigua, alguien la llamó. Miró la puerta, chistando, y la abrió de malas maneras.

-¡Oh, siento si la he molestado, señorita!-se excusó el soldado que había llamado a la puerta de su habitación.

-¿Qu…? Oh, entiendo.

Fang bajó la vista, esbozando una secreta sonrisa, procurando no reírse del joven que estaba ante ella. La mujer veía normal vestir de aquella manera cuando salía de la ducha; no llevaba ni sus collares, ni las pulseras, ni ningún adorno, tan sólo el top negro característico que siempre solía llevar y su prenda íntima del mismo color. Claro, Fang no había previsto una visita y, de cualquier manera, tampoco se habría vestido adecuadamente. El pudor era algo que no iba mucho con la oriunda de Oerba. Así pues, se apoyó en el marco de la puerta, cruzando los brazos sobre el pecho y pasando una de sus largas y morenas piernas por encima de la otra, alzando una ceja.

-¿Y bien? ¿Hay algo que deba saber?

-S-sí, bueno…-carraspeó-El capitán Rygdea ha solicitado su asistencia junto al General Raines; cuando estéis lista, señorita, os llevaré. E-esperaré aquí fuera a que os vistáis.

Fang asintió, aun divertida por la actitud del soldado, y cerró la puerta, girándose hacia la cama donde, en la cabecera, había dejado su túnica azul. Las pulseras y demás complementos habían caído al suelo por el golpe que recibió anteriormente la mesilla. Así pues, se vistió y recogió rápidamente lo que estaba esparcido de cualquier manera por la habitación, dejando los objetos encima de la cama, y salió del lugar, dando un golpecito en el hombro del joven.

-Ya estoy lista.

El soldado asintió, girándose y echando a andar por los pasillos de la aeronave, guiando a Fang hasta una pequeña sala donde, sentados alrededor de una mesa, se encontraban los dos hombres. El joven se quedó en la puerta, de perfil, sin mirar el interior de la estancia, como si estuviera custodiando la entrada. La mujer le agradeció rápidamente el haber hecho de guía y se introdujo en la sala, extrañada ante la actitud inusualmente informal de Cid Raines; es más, para remarcar esto, Fang debía destacar que el hombre no portaba aquella sobrecargada y ostentosa ropa que le hacía verse imponente, sino unos sencillos pantalones oscuros, botas y una camisa, además de, eso sí, unos finos guantes que cubrían sus grandes manos de delgados y elegantes dedos.

-¿Ocurre algo?-preguntó, adquiriendo una actitud ligeramente alerta, vigilando todos y cada uno de los movimientos de Rygdea y Raines.

-Siéntate y estate tranquila, mujer, que no vamos a comerte-comentó alegremente el hombre de cabello moreno, dando un golpe a la mesa-. Cid y yo hemos pensado…

-Tú has pensado-recalcó calmadamente el mayor-. Yo, simplemente, me he visto arrastrado hacia tus planes sin poder evitarlo.

-Como sea, eso es lo de menos-se volvió de nuevo hacia Fang, esbozando una gran sonrisa-. A ver, la cuestión es que llevas aquí encerrada bastante tiempo ya, estarás aburrida o, peor aún, desquiciada. Por lo tanto, he decidido que nos tomemos un tiempo de descanso, sin transmisores, ni grabaciones, ni Nabaats, ni Sanctums ni nada-golpeó de nuevo la mesa-. Así que he ido discretamente a una tienda y me he hecho con grandes cantidades de bebida y comida. Vamos, vamos, ¿qué me dices? ¿Te unes a la fiesta?

Fang pestañeó, confusa. En una situación como la que se encontraban… ¿Rygdea proponía una fiesta? ¿Acaso se había dado un golpe en la cabeza? ¿Qué clase de capitán decía algo así, tan tranquilo? Pero… ¿qué clase de general lo aceptaba? ¿Es que esos hombres habían perdido el juicio?

-Lo siento, no me parece conveniente. ¿Cómo…?

-Creo que no me he explicado con claridad. ¿Tú qué opinas al respecto, Raines?

-Opino que Fang es una mujer sensata; sin embargo, considero que una noche de descanso sería algo beneficioso para nuestro ánimo, nos ayudaría a estar más tranquilos. No es saludable estar atado a tanto estrés e incertidumbre como has debido de estar tú los últimos días, Fang.

La mujer cruzó los brazos, frunciendo el ceño. Tenía que admitir que la idea de Rygdea, de realizarse en otro ambiente, sería estupenda. Ella misma era un tanto fiestera, siempre y cuando la ocasión fuera fortuita. Aunque… ¿qué demonios? Una noche era una noche.

-Me apunto-confirmó.

-¡Así me gusta!-exclamó el moreno-Perfecto, esta noche un poco de buen rollito y sonrisas para todos, como si fuera la hora feliz. Y, dejando eso de lado, tal vez tengamos que comentar ciertas cosas antes de tranquilizarnos. Últimas noticias, como quien dice.

-¿Vanille?

Desgraciadamente, Rygdea hizo un gesto de negación con la cabeza.

-Lo siento, no hay rastro de tu amiga. Sin embargo, hemos recibido nueva información acerca del Sanctum que deberíamos compartir contigo…

-.-.-.-

Fang se pasó una mano por el cuello, dejando escapar un suspiro de agotamiento. No estaba cansada, bien podría enfrentarse a un ingente número de enemigos y salir airosa sin ninguna complicación, pero tenía la nuca dolorida y eso la irritaba.

Estiró los brazos hacia arriba, bostezando, mientras cerraba fuertemente los ojos. Se encontraba en uno de los pasillos principales del Lindblum, a la espera de que Cid y Rygdea aparecieran para hacer esa pequeña fiesta.

-Rygdea está terminando de organizar las cosas-dijo una voz fría tras ella.

La mujer se giró, sobresaltada, entrecerrando los ojos al ver aparecer a un tranquilo Cid Raines, vestido como por la mañana, con las manos en los bolsillos y mirada aparentemente despreocupada; no obstante, ella podía darse cuenta de la chispa que brotaba tras aquella calma, esa brillante y aguda inteligencia, siempre al acecho, siempre alerta.

Cid se apoyó en la pared, recostándose cómodamente, mirando un punto indefinido con aquellos ojos grises, rasgados y penetrantes. Aun con ropa de calle como la que cualquiera llevaría, seguía emanando un poderío que Fang no había visto en ningún otro hombre del Nido. Tal vez fuera su estatura; era una persona realmente alta. Puede que fuese su imponente musculatura, que transmitía una gran fuerza. O, simplemente, podía deberse a sus severas facciones que no dejaban entrever nada; sólo inspiraban respeto y poder.

-Fang, ¿estás mirando algo en especial?

-No, no-contestó rápidamente, enfada consigo misma por no haberlo observado con mayor disimulo.

Los gruesos labios de Cid se estiraron en una casi imperceptible sonrisa; al parecer, encontraba divertida la situación. Bajó la cabeza, cerrando los ojos sin dejar de sonreír levemente, sintiendo de nuevo la mirada de Fang sobre él. Si tenía que ser honesto consigo mismo, lejos de molestarle, le agradaba ser el centro de atención de la mujer.

Fang desvió de nuevo la vista, haciendo una extraña mueca, y esperó en silencio a que llegara Rygdea, rezando para que no tardara demasiado en hacer su aparición. Sentía que los nervios iban carcomiéndola poco a poco, no podía estar a solas con ese hombre, era peor que encontrarse frente a todo un ejército, desarmada. Así pues, dejó escapar un bufido.

-Aaaaah, ¿dónde se ha metido Rygdea?-murmuró para sí.

-Probablemente se encuentre empezando la cena sin nosotros-contestó Cid.

La mujer le miró, sin saber qué responder. No tenía previsto que el general la oyera; de haberlo sabido, no habría abierto la boca y se habría guardado el comentario para ella.

-Oh, General, qué poca fe tienes en mi persona-dijo una voz jovial, haciendo que los presentes alzasen la cabeza en su dirección-. La cena está servida, todo dispuesto para pasar un buen rato. Así que seguidme, buena gente, al salón. Vamos, vamos, que se va a quedar todo frío.

Cid negó levemente con la cabeza, siguiendo a Rygdea, al igual que Fang, hasta llegar a un amplio salón con una mesa baja en la que había una buena cantidad de apetitosa comida humeante. El hombre se dejó caer al suelo, sonriente, haciendo una señal a los otros dos para que le imitaran.

-¡Buen provecho, amigos! Por cierto, Fang, no hace falta que le eches sal a la comida, está todo en su punto.

Fang enarcó elegantemente una ceja, miró a Rygdea, bajó la vista hacia la carne, lanzó un suspiro y pinchó un taquito, llevándoselo a la boca, masticando con lentitud, tratando de sacar sabor. Al tragar, volvió a clavar los ojos en el hombre.

-¿Dónde está la sal?

-¿Qué? ¡Oh, venga ya! ¡Cid, dile tú que esto está bueno! No necesita sal, sólo serviría para estropear el plato.

-Rygdea, probablemente Fang esté acostumbrada a comidas mucho más fuertes que esta-fue la sosegada respuesta del general, saboreando después un trozo de carne-. Exquisita; no obstante, ella no es de aquí, por lo tanto, tiene otro tipo de costumbres y tradiciones culinarias.

-Eso, tiene razón-dijo la mujer, cogiendo la jarra que tenía ante ella, dando un largo trago-¡Vaya! ¿Qué bebida es esta? Es amarga…pero no me resulta desagradable. ¿Cómo la llamáis?

-Cerveza, de toda la vida-dijo Rygdea-. Una buena jarra de cerveza con la cena y el mundo parece un lugar mejor, hazme caso. Pero tranquila, que hay mucha noche por delante y más comida y bebida que probar.

Fang sonrió, alzando la jarra en dirección a los hombres.

-A vuestra salud-comentó antes de dar un nuevo trago.

Rygdea se rio y también bebió de su jarra, mientras que Cid, más recatado, daba un elegante sorbo a una fina copa que contenía un líquido de color amarillo, tal vez, ligeramente dorado, después de haber cogido una botella de un objeto metálico lleno de hielo cuyo nombre era un misterio para Fang. La mujer observó cómo el general descorchaba diestramente la botella, murmurando un ‘’cuidado’’ antes de hacerlo, ya que el tapón salió, literalmente, disparado, mientras la espuma surgía de la botella.

-Champán-fue la respuesta del aludido-, más concretamente, Chardonnay. Algo más sofisticado que la cerveza. Esa bebida no me atrae demasiado.

-El señorito Raines es demasiado finolis para una buena cerveza-explicó Rygdea a Fang-. Él sabrá lo que se hace, ¿no crees?

La norteña curvó el labio superior en una ligera sonrisa, dando un bocado a un filete bañado previamente en sal. Ella y Rygdea comenzaron a hablar animadamente sobre cualquier tema sin importancia, cada vez con mayor soltura gracias al alcohol que, aunque no hacía tanto efecto como pudiera hacer de no estar llenando su estómago con comida, causaba cierto desparpajo en ellos. Cid, por su parte, se encontraba relajado, con los cinco sentidos intactos, controlando adecuadamente la cantidad de alcohol que administraba a su organismo.

El tiempo fue pasando alegremente, ya apenas quedaba comida en la mesa, aunque Rygdea se las había ingeniado bastante bien para que la bebida no escaseara a mitad de la noche. Con permiso de Cid y Fang, se ausentó unos minutos, en los cuales la mujer no había hecho otra cosa que apoyar la barbilla en la mesa, mirando a Raines con una ceja en alto.

-¿Siempre eres tan moderado con todo?

-Fang, soy el General Brigadier de la Caballería, mi deber es estar siempre al tanto de todo cuanto sucede aquí, por lo que no puedo perder el control en ningún momento.

Antes de que la oriunda de Oerba pudiera replicar, Rygdea hizo de nuevo acto de presencia, con las manos tras la espalda, esbozando una desenfadada sonrisa que dejaba entrever la pequeña embriaguez que comenzaba a hacerse dueña de su cuerpo.

-Eh, Fang, a ti te gustaban las bebidas dulces, ¿verdad?-preguntó el moreno.

-Sí, exacto-contestó, irguiéndose de nuevo-¿Qué tienes ahí escondido?

-¡Tacháaan!

Rygdea mostró una botella cuya etiqueta Fang no podía leer, ya que no entendía los caracteres que utilizaban en el Nido.

-Bueno, es una bebida rica rica-esclareció el hombre, cogiendo unos vasos situados en el centro de la mesa y que, hasta en esos momentos, nadie había tocado-. Es muy dulce, seguro que te gustará. Oh, eso sí, tiene un sabor tan suave que la bebes sin darte cuenta. ¿Cuál es la pega? Que con esto enseguida te emborrachas, así que controla un poco los tragos que le das, porque, de lo contrario, mañana tendrás un bonito dolor de cabeza.

-¿Dulce de Nautilus? Sírveme a mí también-pidió Cid.

-Claro, si ya lo tenía pensado-comentó, escanciando con habilidad el contenido en los vasos, repartiéndolos después-. Salud.

Fang cogió el vaso, mirando su contenido. Era una bebida de un agradable aroma y un atrayente color rosado que, probablemente, sabría a gloria, por lo que la norteña no tuvo que pensárselo mucho antes de dar un trago, posando después con fuerza el objeto sobre la mesa, ya vacío.

-Esto es mejor que esa cerveza de antes-comentó, tirando el vaso en dirección a Rygdea para que le sirviera de nuevo.

-Eh, Cid, creo que nuestra amiga confunde esto con un chupito-dijo alegremente el capitán, vertiendo el líquido y volviendo a pasar el vaso a Fang-.Ten cuidado-repitió de nuevo al hacerlo-. El dulce de Nautilus, como ya te he dicho, entra muy fácilmente por su sabor y porque apenas sientes el mareo propio de las bebidas alcohólicas, pero con un par de vasos más, probablemente te encontrarás más borracha que en cualquier momento de tu vida, así que bébelo despacito, que nadie te lo va a quitar.

-Tranquilo, soy una mujer de Paals. No se me tumba tan fácilmente, mi organismo es más fuerte que el de los humanos del Nido.

No obstante, esta vez se lo pensó mejor y bebió el dulce de Nautilus con más calma, saboreándolo mejor. Tras unos cuantos vasos más por parte de ella y de Rygdea, ambos entraron en un estado de embriaguez que les llevó a bailar alegremente la macarena por toda la sala, mientras un sobrio Cid los miraba atentamente, con una ceja alzada y una ligera sonrisa burlona en los labios.

-Se veía venir-murmuró para sí, negando levemente con la cabeza, cuando Rygdea se tropezó con el tapón de la botella de champán que aun seguía por el suelo del lugar.

El capitán no le dio importancia, se levantó de un salto, trastabillando, y volvió a bailar junto a Fang mientras se ponía a cantar.

-¡Heeeeeeeeey, macarena!-exclamó.

El mayor del grupo se cubrió los ojos con una enguantada mano, sintiendo vergüenza ajena del hombre al que había instado que se uniera a la Caballería. ¿Quién le había mandado a él hacer semejante cosa?

-Ya está bien-dijo, tajante, incorporándose rápidamente mientras miraba con seriedad a Rygdea y Fang-. Estáis los dos demasiado ebrios, es hora de acabar con la fiesta y que cada uno se vaya a su habitación a…

-A dormir la mona, ¿verdad?-contestó Rygdea con cierta dificultad-Pero si es pronto todavía.

-¡Eso, eso!-le apoyó Fang, en igualdad de condiciones.

El general se acercó a Fang y Rygdea, cogiéndoles a ambos por el cuello y arrastrándoles hasta la entrada de la sala, abriendo como buenamente pudo la puerta y echando a andar por los pasillos, aun con los dos firmemente agarrados. Soltó bruscamente al hombre de cabellera morena, haciendo que se estampara, sin haberlo deseado, contra la puerta de su habitación.

-Perdón, Rygdea. No era mi intención empotrarte de esa manera.

-¡Quiero fiestaaaa!

-¡A dormir de una vez, capitán!-bramó Cid, autoritario.

-¡Señor!

Dicho esto, se internó en su alcoba, mientras una escandalosa Fang se reía de la situación sin parar. Cid lanzó un nuevo suspiro, llevando a la mujer hasta su habitación.

-Fin del trayecto, Fang-dijo, soltándola-. Mañana hay mucho trabajo que hacer, hoy nos hemos tomado un día de asueto que no se volverá a repetir. Los lu’Cie no disponéis de todo el tiempo del mundo, ¿cierto?

-Yo, por desgracia, sí-contestó la norteña, señalando su marca-. Esto está quemado, no puede avanzar.

-¿Y qué hay de tu amiga?

Fang bajó la cabeza ante aquellas palabras, entrecerrando levemente los ojos mientras cruzaba los brazos, como si aquello fuera suficiente para protegerla de la punzante verdad que transmitían esas crueles palabras. Vanille no tenía tiempo, su marca avanzaba…y ella, ¿qué? ¿De fiesta? ¿Qué clase de amiga era?

-Vanille…-murmuró, dejando caer los hombros.

Cid no mostró ni un ápice de compasión ante la tristeza que reflejaban los ojos de Fang, sino que se limitó a observarla con una mirada indiferente, inclusive fría, sin ser del todo consciente de ese pequeño detalle. Estaba tan acostumbrado a ocultar sus pensamientos bajo una capa de impasibilidad que a veces olvidaba que era necesario desprenderse de ella, aunque solo fuera durante unos segundos.

-La encontraremos, Fang-dijo, colocando una mano en el hombro de la mujer, guiándola hacia el interior de su cuarto-. No te preocupes, descansa.

La norteña bostezó, sin poder dejar de pensar en Vanille. Probablemente estaría acurrucada en algún rincón, llorando, deseando que estuviese con ella. Sin embargo, Fang se encontraba a bordo del Lindblum, no sabía cómo encontrarla, no sabía dónde estaba…Y eso le dolía como no lo haría ni siquiera una espada atravesando su vientre.

La mujer se introdujo en la cama tras quitarse con algo de torpeza las botas, dejándolas cerca del lecho, y se tumbó, encogiéndose, mientras cerraba fuertemente los ojos, recordando la clara y alegre sonrisa de la joven pelirroja.
Al día siguiente, sin embargo, no fue la sonrisa de Vanille la que se encontró cuando un fuerte zarandeo la despertó de su sueño. Ante ella tenía un rostro sereno, frío, perteneciente a un hombre alto que reconoció enseguida.

-Cid… ¿Qué demonios…?

-Arriba, Fang-fue la única respuesta que obtuvo-. Es hora de tratar serios asuntos que, sin lugar a dudas, serán trascendentales de aquí en adelante. Aséate si lo deseas, dispones de un tiempo de treinta minutos para dedicarte a tus cosas antes de ir a la sala principal. El capitán Rygdea y yo te estaremos esperando, no te retrases.

-No, no…descuida…

Fang se levantó de mala manera, llevándose una mano a la cabeza. Tenía una resaca importante, lo mejor sería darse una ducha de agua helada, tomarse una taza de café y llenar el estómago con cualquier alimento que encontrase en la despensa del Lindblum. Todo eso no le llevó ni veinte minutos, por lo que, al llegar a la sala, tan sólo se topó con un taciturno Cid. Dando un último bocado a un pastel de chocolate que había tenido a bien coger, se cruzó de brazos y se apoyó en la pared.

-¿Y Rygdea?

-Aquí-dijo una voz algo aletargada-. Cielos, tengo un dolor de cabeza que no es normal…

-Sí es normal, teniendo en cuenta la cantidad de alcohol que tomasteis ayer los dos-contestó seriamente el general brigadier-. Que eso os sirva de lección.

-Sí, señor…

Rygdea se situó al lado de Fang, frotándose la frente mientras dejaba escapar un quedo suspiro. La mujer tampoco se encontraba en mejor estado y ni siquiera preocupaba en disimular su descontento y malestar. Lo peor de todo fue la larga y aburrida charla que Cid les dedicó, sin tregua, machacándoles con una gran extensión de información que, tal y como estaban ambos, olvidarían en menos de cinco minutos.

Pero aquello era algo que el general brigadier de la Caballería tendría que resolver por su cuenta…empleando los métodos que él considerase necesarios para sacar a Fang y Rygdea de aquel estado.

El qué pasó con ellos aquel día es algo que sólo saben los tres protagonistas de esta historia. Lo importante fue que el dulce de Nautilus no volvió a aparecer por el Lindblum.

.0.0.0.0.

Bueno, pues el dulce de Nautilus (cosecha propia...creo XD al menos, no he oído nada parecido en el juego) está basado en una bebida que me comentó una amiga mía hace algún tiempo...el caso es que le pasó lo mismo, al tener buen sabor y no notar ningún tipo de mareo, empezó a beber como una descosida y luego, lo de siempre XD El caso es que no tengo previsto probarla, para bien o para mal, no bebo alcohol jajajaja En fin, mi segunda historia del FF XIII y, cómo no, la comparto con vosotros también ^^ Y sí, el ligero CidxFang era intencionado, me gusta esa pareja >.<
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Re: El dulce de Nautilus [FF XIII fanfic]

Post by Kitsune » 13 Nov 2012, 11:06

¡Dios mío, si les quedaba un ápice de seriedad y dignidad a esos dos a pesar de estar como cubas, la han perdido totalmente después de bailar y cantar "La Macarena"! ¿¡Cómo se te ocurre!? Me he partido el culo yo sola imaginándolo. xD xD xD

Lo único malo que puedo decir, y creo que Papp ya comentó algo parecido en tu otro relato, es que deberías intentar variar más las expresiones cuando te refieres a Rygdea, y es que siempre lo mencionas como el moreno y a veces se hace pesado. A Fang por ejemplo la has nombrado de diferentes maneras.

Por lo demás, la historia es muy divertida y está bien narrada, escribes muy bien. ^w^

PD: A mi no me importaría probar ese dulce de Nautilus del que hablas. Aunque no soy demasiado alcojólica tiene pinta de estar buena esa bebida que describes, y por probarla con moderación que no quede. :Bailarina:
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Re: El dulce de Nautilus [FF XIII fanfic]

Post by TashitaDissidia » 13 Nov 2012, 15:34

Jajajaja me alegro de que te haya gustado! Es que La Macarena es un clásico, no podía faltar XD En cuanto a lo de las expresiones... ¡Mira que lo revise ochenta veces y lo cambie otras tantas! Pero nada, oye, debo de tenerlo incrustado en el cerebro de tal forma que es imposible cambiarlo XD Me voy a poner un post-it en la pantalla del portátil para recordarlo jajajajaja
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Re: El dulce de Nautilus [FF XIII fanfic]

Post by Kitsune » 13 Nov 2012, 22:30

Bueno, no te preocupes, a veces los escritores tienen como esa coletilla propia que hace que sus historias y cuentos sean propios, personales y muy característicos. Puede que esta sea la tuya. xD

Algún día, con un poco de esfuerzo, seguro que puedes cambiarla, sustituirla, e incluso aprovecharte de ella para usarla mejor y así dejar tu propia huella en tus relatos si sigues por tan buen camino. ;)
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