Todavía estamos despidiéndonos, pañuelo en mano, de los chicos de Sé lo que hicisteis que se alejan hacia el horizonte, y va
Andreu Buenafuente, otro de los puntales de la parrilla actual de
La Sexta, y nos cuenta que él también se va, que está cansado. Amigos, estáis creando vacíos importantes en las programaciones, y os lo avisamos: no sois Telecinco: ¡no podéis poner a Jesús Vázquez tapando todas las fugas con el dedito! ¡No puede hacer mil cosas a la vez! ¡Novecientas sí, pero mil no!
En el caso de Buenafuente, nos dicen, es él el que se va, no es que le echen. Asegura que está cansado, que el programa nota un cierto desgaste y que es hora de dejarlo. Si es cierto, le felicitamos; nos quejamos de que los canales tomen esta decisión por los presentadores, pero es difícil que los presentadores la tomen por sí solos.
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Sin embargo, la caída de tantos programas de humor en un mes de mayo muy malo (SLQH, BNF, lo de Florentino Fernández, que no sé cómo se llama porque mi memoria efímera no retiene nada que no sean siglas) destaca una dura verdad, como un foco traicionero destaca una espinilla: un programa de humor, con la labor de guión que implica, sketches y todo el rollo, cuesta una pasta. La fórmula de la telebasura, consistente en moderar un pseudodebate entre cretinos, cuesta dos duros. También en el ámbito de la rentabilidad, la fórmula Telecinco gana la batalla. Y se han cobrado otro punto.
Fuente: El Jueves