Uno de los títulos a los que se debe el éxito de las videoconsolas (y su conversión en electrodomésticos habituales), amén de uno de lo más recordados por la afición, es Final Fantasy VII. La primera aparición de la mítica saga de juegos de rol de Square Software en la Sony Playstation trajo consigo una nueva época dorada para el software de entretenimiento y situó a las consolas como un competidor real frente al por entonces todopoderoso e incontestable PC. La campaña publicitaria (con anuncios de televisión incluidos) convirtió a un título esperado con expectación por la afición en un producto de consumo masivo, que contribuyó a que en la Navidad de 1997 se vendieran Playstation 1 por un tubo.
El juego incidía en los temas recurrentes de la saga: el eterno conflicto entre el bien y el mal, la idea del planeta como un mundo vivo cuyo equilibrio se veía amenazado a consecuencia de la guerra. Sin embargo, en esta ocasión, el ambiente medieval fantástico dejaba paso a un mundo hipertecnificado donde Shinra, una megacorporación, intentaba aprovecharse de la energía vital de aquél para su beneficio, llevándolo al borde de un desastre. Contra esa política, Avalancha, un grupo armado de tendencias ecologistas, decide hacer frente a Shinra y a su brazo militar, la organización Soldado. Tal es el prólogo de una historia que enganchaba desde el principio hasta el final, y de unos personajes que se convirtieron en iconos del medio.
Una década después, el mercado sigue esperando, pidiendo (y a veces recibiendo) más cosas relacionadas con Final Fantasy VII. Ha habido diversos videojuegos más o menos relacionados con la saga, pero no una continuación o una nueva versión del título original. Al final, entre rumor y rumor, la secuela ha sido una película hecha por ordenador, donde vuelven a aparecer Cloud, Tifa, Barrett y el resto de la panda, la corporación Shinra y, si hay que hacer caso a la portada, el villano principal del juego original, Sefirot. La animación es magnífica y se capta a la perfección el ambiente oscuro y en ocasiones opresivo donde se desarrollaba la primera historia (aunque en general y por cuestiones presupuestarias, no llegue al nivel de La Fuerza Interior, pero tampoco lo necesita). Sin embargo, la historia deja bastante que desear; dejando aparte que el punto de partida resulta bastante forzado, está demasiado entroncada con el argumento del juego, lo cual es lógico y hasta cierto punto inevitable, pero hace que una persona que no conozca y / o haya jugado al mismo con cierta profundidad, se quede más perdida que un pulpo en un garaje, en tanto que alguien que sí disfrutara en su momento echando una partidita, lo hará igualmente volviendo a ver a los personajes con los que compartiera tantas horas. Advent Children es, más que una continuación de FF VII, un epílogo al mismo: los caracteres de los protagonistas están apenas esbozados y la mayoría aparece principalmente para saludar. La atención se centra sobremanera en Cloud y en sus conflictos, tanto internos -ha vuelto al estado de introspección con el que cargaba originalmente-, como externos -en la forma de enfrentamiento con el legado de Sefirot-. Mención aparte merece el trío de villanos que provoca la reunión de los héroes, unos guerreros un poco idos de la olla a los que, conforme pasan los minutos, cuesta más y más tomarse en serio. Por supuesto que meter en hora y media larga todo lo que de memorable tenía el juego era una utopía, pero el resultado final es una cinta que, pese a intentarlo, no consigue en ningún momento captar la atención de la afición como hizo aquél.
Al final, quienes disfrutaron con Final Fantasy VII pasarán un rato agradable con Advent Children, y quienes tengan un conocimiento referencial o inexistente del videojuego harán bien en no acercarse al mismo, porque no van a enterarse de nada.
Fuente: Zona Negativa