Kupocrónicas. Capítulos 1&2

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AutoPrisa
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Kupocrónicas. Capítulos 1&2

Post by AutoPrisa » 21 Feb 2012, 06:56

Saludos a todos los foreros. Tengo una idea para una posible novela inspirada en el mundo de Final Fantasy, tomando trazas de aquí y allá, de toda la saga, pero construyendo un todo original, salido de mi mente.

La historia se basa en la crónica de un moguri :Kupo: , que hace las veces de "punto para guardar la partida" de los protagonistas de la historia. Ellos le cuentan al moguri sus memorias, y él las escribe, dando lugar a la historia que os narro. Así cada capítulo sería como lo acontecido hasta que los personajes "guardan su partida", conformando poco a poco una historia completa.

Pretendo crear una historia lo más sólida posible, con una densa mitología, a ver qué os parece el comienzo.
Sin más dilación os dejo con el capítulo I.

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En el extremo sur del continente se hallaba una profunda gruta, labrada por los ancestros de la raza Auri. La leyenda cuenta que su excavación se prolongó por varias generaciones y que el rey que ordenó la obra, presa de la desesperación, maldijo dicha cueva mediante un conjuro negro. La quería a modo de mausoleo familiar, para guardar en ella los cuerpos de su dinastía, maltratados por la intensa humedad del lugar en el que yacían durante su mandato. Viendo que el proyecto no se completaría mientras él viviese, se dejó llevar por la ira y la impotencia que le consumían.

Fue entonces cuando se le presentó el eidolón Yersín, portador de la miasma. Como el resto de eidolones, se trataba de una entidad ajena al plano físico. Se albergaba en otra dimensión, paralela a aquella en la que los Auri y demás seres físicos desarrollaban su existencia. Él era el causante de las plagas, pandemias que azotaban el mundo cada cierto tiempo y regulaban el ciclo biológico. Era necesario para equilibrar el karma de entidades terrenales y entidades etéreas. Todo aquel ente terrenal que muriese debido a la enfermedad, vería su materia descompuesta en millones de lucilos, que alimentarían los cuerpos de los eidolones y otros seres espirituales en la dimensión yuxtapuesta.

Asimismo, si un eidolón cumplía sus tareas, se condensaba en forma de un plasma mucho más denso que su materia original, dando lugar a la carne, el principal constituyente de los seres físicos.

Yersín podía oler los sentimientos de los humanos. Nunca supo bien cómo obtuvo esa habilidad, sencillamente, le resultaba una herramienta útil. La cólera del rey era tan aguda, que el eidolón decidió contactar con él, y vio bien ayudarle a aliviar su demencia. Como el hombre tan sólo quería venganza, llegaron a un acuerdo en el que Yersín impregnaría de miasma la gruta, segando las vidas de los obreros y del mismo rey, para obtener lucilos que le ayudasen a perpetuar su existencia.

Poco tiempo después, los Auri que habitaban la zona sellaron la entrada y extendieron la noticia para que nadie se acercara.

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Montado a lomos de su veloz chocobo, Gideon recorría el árido arenal de Belaspurgis. El suelo de aquel páramo temblaba al recibir las pisadas de un ejército formado por aves gigantes. Un escuadrón enemigo le perseguía. Lo integraban jinetes arqueros, que lanzaban una lluvia de flechas en intervalos cortos de tiempo, así como magos rojos que conjuraban una amplia gama de hechizos elementales. Gideon reconocía a los magos rojos. Provenían de una escuela en Donpur, localidad famosa por ser cuna de los hechiceros más prestigiosos.

Era sorprendente la forma en que éstos, versados en el arte de la magia, también habían desarrollado su habilidad para entrenar monturas. Sin duda conformaban un pelotón muy eficiente junto a los arqueros, que estaba haciéndole la vida imposible a nuestro hombre. A cada zancada del chocobo, decenas de flechas pasaban silbando junto a la cabeza de Gideon. El aire se cargaba de magia; tan pronto quedaba congelado por la escarcha de hechizos de hielo, como ardía al calentarse de las balas Piro.

No obstante, nuestro héroe guardaba un as bajo la manga. Mientras su mente figuraba la imagen de su querida hermana al otorgarle una bella piedra roja, su mano izquierda se afanaba en buscar dicho objeto en el bolsillo.

“Úsala con sabiduría.”

Gideon no sabía muy bien a qué se refería su hermana con aquellas palabras, pero consideró que al estar siendo hostigado por continuos hechizos, era un buen momento para hacer uso de ella.

¡Manto de luz!

Al apretar la piedra contra la palma de su mano, un haz de luz rojiza salió disparado de puntos opuestos de la gema, y envolvió en un aura del mismo color tanto al jinete como al chocobo. Gideon pudo comprobar como resultaba muy efectivo. Aquella burbuja deshacía los hechizos antes de que les alcanzasen, y mermaba en gran medida su potencia.

Aquel inteligente movimiento les permitió avanzar por el arenal hasta alcanzar la base del promontorio, custodiado por enormes dragones. No obstante, en ese momento se encontraban aletargados, pues eran de hábitos nocturnos. Era el momento de parar a tomar aliento.

Nuestro hombre bajó de su chocobo y le acarició una de sus alas. El ave estaba exhausta tras semejante carrera. Gideon, que ya le conocía bien, supo lo que le levantaría el ánimo. De uno de los múltiples bolsillos de su pantalón, sacó una verdura con aspecto alargado y de olor contundente.

—Te mereces esta verdura Gysahl, Boko.

—¿Qué haces aquí? —preguntó una voz rasgada.

Gideon, sorprendido, miró a su alrededor sin encontrar a la persona que pronunciaba esas palabras.

—Aquí arriba.

Alzando la vista, comprobó como las puntas metálicas de unas botas sobresalían de una cornisa del precipicio. Alejándose de la base pudo divisar las piernas de aquella persona. No hizo falta mayor esfuerzo, puesto que la mujer se levantó, volviéndose visible para Gideon.

—No deberías estar aquí. ¿Has venido por algún motivo en especial?

—Un escuadrón del Imperio me perseguía. Vengo de la villa de Can Làinn.

—La villa rebelde —siguió la mujer, que iba ataviada con una pesada armadura.

Gideon frunció el ceño, con lo que su gesto se tornó muy serio. No le gustaba que hablasen en tono despectivo de su lugar de origen, el cuál muchos despreciaban en el territorio del sur.

—No nos rebelamos contra nadie, es tan simple como que las tierras que reclama el Imperio han sido nuestras desde hace generaciones. Desde tiempos atávicos. No pueden quitárnoslas así como así. Nosotros estábamos dispuestos a pactar una normativa comercial —explicó el muchacho, cogiendo una gran bocanada de aire tras el discurso.

—La misma cantinela de todos. Tenéis que aceptar las imposiciones del Imperio, si no lo único que conseguiréis será aumentar la crudeza de su mandato —sentenció la guerrera.

Gideon echó la vista al suelo. Sabía que no llegaría a ninguna parte argumentando una defensa ante una mujer cuya mente había sido lavada por la propaganda del tiránico Imperio Sacro. Decidió que sería más ventajoso cambiar de asunto.

—¿Quién eres tú? Vistes un atuendo muy extraño —dijo mientras se fijaba en las runas que adornaban los bordes de la armadura.

—Soy una guerrera dragontina. Y si no me crees... —la mujer retrocedió dos pasos y levantó una enorme lanza del suelo. Su punta brilló al sol, dando una imagen bastante amenazante—. Aquí tienes la prueba.

—Increíble.

—Estaba intentando amansar a los dragones. Llevo ya cuatro jornadas en este precipicio, y no lo consigo. Son bestias muy testarudas.

—¿Qué pretendes conseguir de ellos?

—Su alma. Si sincronizo mi flujo mental con el suyo me imbuirán de su poder. ¿Has oído hablar del “Alma de dragón”?

Gideon hizo un gesto con el que su ignorancia quedó demostrada.

—Es una poderosa técnica que extrae energía física y mágica del adversario. Sólo se consigue dominar si tienes tu mente sincronizada con la de un dragón. Cuanto más poderoso, mejor será tu dominio.

—Interesante —siguió él.

El discurso se vio bruscamente interrumpido por un viento huracanado, surgido de la nada. La atmósfera se comenzó a cargar de electricidad mientras que, tanto Gideon como la guerrera dragontina, se aferraban a las rocas para no salir despedidos. El chocobo por su parte se ancló al suelo clavando su macizo pico, así como las afiladas garras de sus robustas patas.

—Los magos rojos. Están conjurando hechizos elementales de alto nivel. Tenemos que huir, este lugar ya no es seguro —informó la guerrera.

—¿Adónde vamos? —gritó Gideon, puesto que el intenso viento producía un ruido atroz.

La guerrera hizo un gesto para que nuestro hombre y el chocobo le siguieran por entre los sinuosos cañones que se abrían en el precipicio. Cuando el torbellino se hubo disipado, comenzaron su andadura. Mientras corrían, la mujer pensó lo que harían a continuación:

—He encontrado una enorme piedra, y creo que se puede mover. Está ubicada en un lugar sospechoso, creo que tapa algo. Puede que nos sirva de algo cobijarnos detrás.

—¿Y cómo vamos a separarla de la pared?

—Déjame a mí.

Mientras poderosos hechizos de fuego y viento alteraban el entorno, nuestros protagonistas corrían velozmente, tratando de atajar al dar giros cerrados en las curvas. Pronto llegaron al lugar descrito por la chica.

—A propósito, ¿cúal es tu nombre? —dijo Gideon.

—Sé mi apellido, pero no mi nombre.

La respuesta, no obstante, proporcionó información a Gideon, puesto que todos los guerreros dragontinos compartían el mismo linaje y apellido. Era el Clan Bahamut. Tomaron el nombre de un eidolón de inmenso poder, una de las cuatro entidades que dieron forma a los seres que habitan el mundo. Tal espíritu recibía el título de rey de los dragones. Y es por ello que los guerreros dragontinos quisieron honrar su linaje bautizándolo con dicho nombre. Se piensa que el comportamiento de las criaturas de mayor poder mágico, los dragones, estaba regido por un complejo dogma espiritual, mucho más evolucionado que la ética de los Auri. Y aquél dogma fue instaurado por el eidolón Bahamut y sus seguidores.

—Pues vaya, bien empezamos.

Haciendo caso omiso de las palabras de Gideon, la guerrera dragontina miró a los cielos. Estaba canalizando energía. Cuando concluyó, flexionó sus fibrosas piernas.

—¿Qué vas a...? —preguntó Gideon, dejando a medias la frase al contemplar el salto que dio su compañera.

La guerrera se elevó más de diez metros y aterrizó en una terraza situada algo por encima de la piedra que deseaban mover. Pero no era suficiente. Siguió dando saltos acrobáticos hasta situarse casi en la cima de aquel promontorio, y entonces, en mitad del último, apuntó a la roca con su lanza y se dejó caer. Su cuerpo se precipitó de forma acelerada mientras Gideon y Boko contemplaban atónitos la escena.

El impacto de la jabalina contra la roca fue descomunal. Aquella colisión a velocidad hipersónica no sólo desgajó la roca, sino que pulverizó buena parte de la misma. Una densa nube de polvo se elevó en el lugar y, cuando al fin se disipó, pudieron vislumbrar la silueta de la guerrera, arrodillada y sucumbiendo por el esfuerzo.

—Te llamaré... Petra.

El grupo formado por Gideon, el chocobo Boko y la recién bautizada Petra, se adentró en la gruta, no sin antes advertir que una ligera bruma verdosa salía al mundo exterior, poniendo fin a un cautiverio que había durado milenios.

[center]· · ·

:Kupo: Y hasta aquí puedo escribir. ¡Kupó! :Kupo:
Fin del capítulo 1.

· · ·[/center]



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—¿Qué es esta bruma? —preguntó Gideon mientras se tapaba nariz y boca para no ingerir la desconocida sustancia

—No lo sé, pero inunda toda la gruta. No sé si ha sido buena idea entrar aquí —informó Petra.

Pronto oyeron el estruendo que formaba el escuadrón de batalla que perseguía a Gideon. Se estaban acercando a la entrada de la gruta.

—Señor, hay una extraña niebla saliendo de esa cueva —dijo una voz.

—Selladla. Tal vez sea una sustancia tóxica, una trampa. Patrullaremos por los alrededores del embalse. No merece la pena tal despliegue por un muchacho rebelde.

—Entendido, señor.

—¿Van a sellar la entrada? ¡Vamos a quedar atrapados! —gritó Gideon, sin importarle demasiado que le oyesen en el exterior.

Su preocupación pronto se tornó realidad. Un halo de color azul comenzó a formarse, describiendo un círculo en torno a la entrada de la caverna. De él surgieron decenas de líneas que conformaron un dibujo, el sello del Imperio Sacro. Un sonido de chispas les envolvió, y el sello resplandeció con un fulgor índigo antes de desaparecer.

—No hay salida —siguió Petra, con tono severo. Pensé que un lugar tan recogido serviría, al menos, para enfrentarnos a los enemigos uno a uno, obligándoles a pasar en fila por los pasadizos. Pero veo que hemos caído en nuestra propia trampa.

—Con veneno incluído —puntuó su compañero.

—No es momento de lamentarse. Debemos buscar otra salida, abrirnos paso como sea.

Una risa extraña, en tono lúgubre y a voz rasgada, resonó en las paredes de la cueva. No parecía humana. Petra y Gideon permanecieron totalmente quietos, casi sin respirar, pero Boko lanzó un agudo graznido cuyo eco restalló por todo el habitáculo. De pronto, una pequeña figura apareció de entre la niebla.

Se trataba de un ser de corta estatura, piel verdosa, muy húmeda, y ojos amarillos de brillo vítreo. Iba ataviado con una túnica de aspecto andrajoso, hecha con materiales livianos y afectados por el paso del tiempo. Parecía una especie de anfibio, como una salamandra de gran porte, pero se mantenía erguida sobre sus patas traseras. A lo estrafalario de su aspecto, había que añadir los utensilios que portaba. Un cuchillo de tamaño desproporcionado para aquel ser, muy afilado y con un mango labrado en madera, así como un candil en la otra mano, que iluminaba el espacio que había a su alrededor.

—En guardia. No te fies de su aspecto. Es un tomberi, y si está enfadado puede ser peligroso —anunció Petra.

El tomberi se acercaba a paso firme, constante, pero muy lento, hacia la pareja. Boko estaba muy nervioso, por lo que contrajo su cuerpo y se hizo una bola mientras retrocedía.

—¿Nos va a atacar? —preguntó Gideon.

—No sé sus intenciones.

Mientras Gideon deshacía sus pasos hasta Boko para equiparse con la cimitarra que guardaba en la silla de montar, el anfibio de piel verde comenzó a agitar el candil, cuya luz se oscureció.

—¡Está preparando un ataque! —advirtió Petra, quien acto seguido tomó impulso y saltó para tratar de caer con su lanza sobre el enemigo.

Al momento, una nube negra y muy densa salió disparada del candil, que se apagó durante un instante, y fue a parar a Gideon. El tomberi la lanzó pronunciando unas palabras incomprensibles para el humano. La nube chocó contra el joven, que cayó de rodillas tras sufrir el impacto.

No obstante, el atacante no pudo reaccionar ante la lanza de Petra, que le atravesó de arriba abajo poniendo fin a su existencia.

—¿Estás bien? Su rencor de la raza te ha dado de lleno.

—¿Re... rencor de la ra... raza? —siguió él casi sin aliento.

—Los tomberi son una raza ancestral. Mucho más antiguos que los Auri. Hace milenios, durante el reinado de las primeras dinastías, se diezmó su población. Creían que sus ojos eran afrodisíacos. Según cuentan algunos historiadores, estuvieron a punto de extinguirse. Desde aquellos tiempos le guardan rencor a la raza Auri, a los humanos —explicó Petra.

Gideon trató de asentir, pero sus fuerzas se desvanecían por momentos.

—Estás débil, no trates de ocultarlo. Por suerte, guardaba una poción por si la tarea de amansar dragones se ponía difícil.

Petra sacó un brebaje de una bandolera que atravesaba su armadura dragontina. Era de color azul pálido, y estaba guardado en un delicado recipiente de cristal.

—Tómatela. Verás como te sientes mejor en cuestión de segundos.

Petra dio la poción a Gideon, quien la bebió despacio, quejándose cada vez que tragaba. Le dolía todo el cuerpo.

—Muchas... gracias —dijo él mientras tosía.
Ambos sabían que su situación era delicada. Se encontraban en una gruta de la que nada sabían, salvo que estaba imbuida por un efluvio tóxico que les debilitaba de forma paulatina. No obstante, no podían salir, puesto que los magos del escuadrón habían sellado la entrada, así que su única posibilidad era seguir adentrándose y, tal vez, toparse con más tomberis o criaturas aún más fuertes.

—A propósito, ¿cuál es tu nombre? Te permitiste bautizarme y ni siquiera te dignas a decir cómo te llamas —dijo Petra, simulando un gesto de indignación.

—Perdón, mis modales no son los mejores. Mi nombre es Gideon. Gideon Fenrir.

Petra le sonrió a modo de respuesta, clavó su lanza en el suelo y miró hacia las profundidades de la caverna.

—Los sentimientos son algo muy fuerte, Gideon. A veces nos corroen, y eso no es bueno. Mira los tomberis. Su odio se hizo tan grande, que lo materializaron. Lo transformaron en ese humo que todos acumulan y llevan dentro. El candil no es más que un catalizador, una vía para exteriorizarlo y dirigirlo hacia el objetivo. Disparan pura maldad concentrada.

—Con eso, ¿qué quieres decir? —preguntó él extrañado.

—Que nos encontramos en un atolladero. Es complicado. Y debes hacer de tripas corazón. Si algo he aprendido en mis viajes en solitario para lidiar contra bestias salvajes, es que no debes permitir que tu mente trabaje sola. Debes concentrarte en algo, dejar de sentir.

—Debemos concentrarnos en salir de aquí. Gastar todas nuestras energías en encontrar una vía de escape —siguió el joven.

—Exacto. Pero debemos ser cautos. No me quedan más pociones, y la bruma nos debilita. Hemos de ir rápido, atentos y con el mayor sigilo posible.

Petra miró a Gideon, que sacaba finalmente su cimitarra de debajo de la montura de Boko. Entonces decidió ayudarle una vez más.

—Tu arma parece poderosa. Pero no aguantarás muchos golpes sin una defensa. No es mucho, pero toma, espero que te sirva.

La guerrera dragontina le cedió el peto de cuero que llevaba bajo la armadura. La imagen del chico vestido con una prenda de mujer resultaba cómica, pero no era momento de divertirse.

[center]· · ·[/center]

[center]Mientras, en Cann Làinn[/center]

El cielo se estaba cubriendo de densas nubes grises. Amenazaba tormenta. Los niños corrían despavoridos hacia la plaza central. Una visión terrorífica interrumpió sus juegos. Por la ventana, la joven Lorena podía observar la escena, lo que le hizo inquietarse. Se llevó sus delicadas manos al pecho, y sintió como si le clavasen un puñal en el corazón. Algo malo iba a suceder.

<<Tengo que hacer algo. No puedo quedarme aquí sentada. Las tropas del Imperio se acercan.>>

Se armó de todo el valor que le fue posible, y salió de su casa por primera vez en una semana. Fuera hacía calor y la atmósfera estaba cargada. Desorientada, no sabía qué hacer. El mundo iba demasiado deprisa para ella, siempre lo notó así. La gente actuaba rápido, casi sin pensar, lo que le causaba aún más tensión. Lorena siempre se preguntaba si hacía lo correcto, o si estaba haciendo suficiente. Pero aquella vez, la situación le desbordaba.

Recorrió la calle principal, siguiendo a los niños que huían del bosque. Tal vez sería buena idea preguntarles. Mientras corría, tropezó con un adoquín y cayó al suelo de forma aparatosa. Un aldeano que se encontraba cerca acudió en su ayuda.

—Lorena, ¿Lorena estás bien? —preguntó preocupado.

—No es nada Pietr, una simple caída —respondió ella, girándose para sonreirle.

—Debes volver a casa, la ciudad está en peligro, tienes que esconderte.

—¡No! ¡No pienso quedarme quieta! Estoy cansada de no poder servir de ayuda —dijo en tono vigoroso.

Pietr dejó entrever una mueca de aflicción en su duro rostro, curtido por la edad y el trabajo en el campo. Rodeó a la joven con sus robustos brazos.

—Tu vida es muy valiosa Lorena. No puedes ponerla en peligro por una nimiedad.

De pronto, un aullido ensordecedor inundó el aire, haciendo que ambos se estremeciesen.

—Una... ¿nimiedad? —recalcó ella con cierta ironía. Pietr, ¿qué está pasando? ¿Por qué huían los niños del bosque? ¿Acaso ha llegado el Imperio Sacro?

El hombre tragó saliva. Le era difícil expresarse en situaciones de tensión, normalmente en estos casos le era más sencillo dejar que sus puños o su hacha hablasen por él. Pero se trataba de Lorena, su querida vecina, y merecía una explicación.

—Te has perdido cosas mientras estabas enferma, Lorena. El Imperio está atacando, y ha traído bestias consigo para sitiar la ciudad. Eso que hemos escuchado era un bégimo.

Los ojos de Lorena se abrieron de par en par. No daba crédito a lo que oía.

—¿Un bégimo? Son bestias atroces. Poseen una fuerza descomunal. ¿Quién en su sano juicio los enviaría aquí?

—Sólo alguien muy retorcido. Alguien que quiera acabar con nosotros. No someternos. Matarnos —sentenció Pietr.

En el preciso momento en que pronunciaba esas palabras, se oyeron pasos. Unas pisadas que pronto hicieron retumbar el suelo, y que trajeron consigo una sombra que cubrió a Pietr y a Lorena. Un animal colosal, del tamaño de una casa, se situó sobre sus cabezas. Su respiración frenética era sólo una pequeña muestra de su afán de destrucción.

[center]· · ·[/center]

En el interior de la gruta, Gideon y Petra avanzaban con suma presteza. El joven se había recuperado del daño causado por el tomberi, y la mujer guiaba a la comitiva por los entresijos de aquel inhóspito lugar. Boko por su parte seguía muy nervioso, por lo que habían descartado ir montados en él.

—Este lugar es mucho más grande de lo que pensaba. Y cada vez hay menos luz. Tenemos que encontrar la salida pronto —dijo Petra.

El azar quiso que las preocupaciones de ambos aumentaran. En mitad de aquel laberinto acaban de encontrar una nueva ruta, pero no parecía muy alentadora. Se trataba de unas estrechas escaleras que conducían a un nivel más profundo.

Los guerreros se miraron fijamente, tratando de adivinar lo que pasaba por la mente del otro y descubriendo miedo como respuesta.

—No tenemos otra opción, Petra. Tal vez desde ahí abajo podamos acceder a una salida —dijo Gideon, sin albergar la más mínima fe en sus propias palabras.

Comenzaron a bajar los peldaños, uno a uno, lentamente, y cuando iban por la mitad, la escena que contemplaron les hizo perder toda esperanza. Se trataba de una sala circular, muy oscura, que albergaba un sarcófago con inscripciones. Todo un hallazgo, con un particular custodio en forma de nada menos que tres criaturas como la que enfrentaron en la entrada.

—Es... el fin.

—Me niego a aceptarlo. ¡Comienza a luchar! —gritó Petra a la vez que daba un empujón a su compañero, que tuvo que saltar los escalones restantes.

—¡Petra! —gritó Gideon. Pero su compañera se había elevado hasta casi rozar el techo, envuelta en un aura rojiza.

El chico asió la cimitarra con todas sus fuerzas y apretó los dientes. Tenía que dar lo mejor de sí. Se acercó corriendo hasta uno de los tomberis, que aún no se había percatado de su presencia debido a su limitada visión, y le propinó un profundo corte en la espalda. La criatura, con una velocidad sobrehumana, respondió girándose sobre sí misma y asestándole una puñalada en la rodilla.

—¡Agh!

Sus dos compañeros hicieron oscilar sus respectivos candiles. Gideon sabía que le esperaba la muerte si conseguían acertarle. Por su parte, Petra continuaba cargando energía en las alturas.

<<¿Qué debo hacer? No tengo demasiado tiempo para reaccionar. Me costará moverme con la rodilla herida. Debo matar al menos a éste y encontrar un lugar donde cobijarme del ataque de los otros dos>>.

Uno de los tomberis proyectó el temido humo negro desde uno de sus candiles, y cuando llevaba recorrida la mitad de la trayectoria hasta su víctima, comenzó a manar la sustancia del candil de su compañero.

Gideon, en un movimiento desesperado, decidió interponer la hoja de su cimitarra entre los rencores materializados y su cuerpo.

—¡Aguanta! —gritó Petra desde el techo de la estancia.

Pero llegó el momento. El odio consumado de los tomberis impactó en la hoja de la espada logrando casi derretirla, y se dispersó en proyectiles menores que impactaron en forma de metralla contra Gideon. El joven se retorció debido a los impactos y cayó fulminado.

Nuestro guerrero yacía en el suelo, al borde de la muerte. Sus fuerzas le habían abandonado. Tan solo sentía, en mitad de la oscuridad y el dolor, como tres borrosas figuras se acercaban para asestarle el golpe de gracia. Gideon solía ser optimista, pero la situación no permitía aquello en absoluto. Debía prepararse para lo peor.

Pero, ¿quién está preparado para afrontar la muerte?

—¡Gideon! —gritó Petra sorprendida mientras comenzaba a caer. La energía del ataque que había preparado le impedía ver con claridad, pero un destello blanco rodeaba el cuerpo de su amigo. Un destello cegador que eclipsaba cualquier otra fuente de luz.

Parte de la atmósfera de aquel recinto comenzó a cristalizarse. Una escarcha se formó y fue agolpándose sobre el cuerpo de Gideon, formando una especie de carámbano. Estaba envuelto por la luz más pura. La magia podía sentirse fluir, desprendiéndose del cristal para caer en el cuerpo del guerrero. De algún modo, el joven advirtió la dimensión paralela, aquella reservada para entes etéreos. Se había vuelto sensible a su influjo, y una voz comenzó a hablarle desde allí. Desde el otro mundo.

—No ha llegado tu hora. Todavía no. Apodérate de la magia con la que he impregnado este cristal, libera su poder y acaba con tus verdugos. Hazlo ahora.

Gideon alzó el brazo y alcanzó el carámbano. Lo que sintió al tocarlo era difícil de describir. Notó como el frío invadía su cuerpo. La concentración había vuelto a su mente, y se encontraba con energías renovadas. De algún modo era más liviano y sabía controlar mejor sus movimientos.

—Ahora eres un guerrero del tiempo. Utiliza tu poder con destreza.

—¿Quién me habla? ¿Quién eres? —preguntó muy alterado, pero pronto supo que aquella entidad había desaparecido. Tan sólo estaban él, Petra y los tomberis de los que debí deshacerse.

En aquel instante, Petra se parapetó contra la pareja de tomberis que hostigó a Gideon, gritando mientras su lanza se transformaba en un arma espectral con el doble de tamaño.

¡Lanza de Cecil!

El impacto produjo un seísmo que hizo temblar toda la estructura que soportaba la habitación, transmitiendo una onda de choque amarillenta que se propagó rápidamente. Los tomberis salieron despedidos por los aires, aturdidos por el golpe.

—¡No te quedes ahí parado! —ordenó la chica.

Gideon supo lo que tenía que hacer. Notaba un flujo distinto en el interior de su cuerpo, como si su sistema circulatorio se hubiese duplicado, con una sustancia de características diferentes, corriendo por otro sistema de venas. Y podía ordenarle acciones. Su cuerpo respondía a sus movimientos musculares, pero ahora también, a un extraño poder interno. A la magia.

¡Prisa!

El hechizo cubrió los cuerpos de ambos luchadores, quienes vieron sus movimientos acelerados. Era como si la gravedad causase la mitad de efecto en ellos. Ahora sí estaban en condiciones de luchar contra aquellos seres.

Ambos unieron fuerzas, y con un par de cortes diestros realizados con la cimitarra, y tres estocadas de la alabarda, lograron abatir a los tomberis antes de que pudieran contraatacar. Por fin, tras un largo periodo, pudieron respirar aliviados.

No obstante, cada vez más dudas se cernían sobre nuestros héroes. ¿Quién era el dueño de aquella voz? ¿Cómo había otorgado el poder de la magia a Gideon? ¿Lograrían salir con vida de aquella gruta repleta de veneno? A cada momento, se sentían más impotentes, superados por la situación. Al menos, recibieron aquella ayuda milagrosa en el último momento, gracias a la cuál fueron capaces de seguir preguntándose cosas.

Cuando al fin recuperó el aliento, Gideon se dispuso a explorar, sin darle mayor importancia a lo acontecido:

—¿Qué pondrá en las inscripciones del sarcófago? ¿Habrá algún cadáver dentro?

[center]· · ·

:Kupo: Y hasta aquí puedo escribir. ¡Kupó! :Kupo:
Fin del capítulo 2.

· · ·[/center]
Last edited by AutoPrisa on 23 Feb 2012, 06:57, edited 5 times in total.
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Re: Kupocrónicas. Capítulo 1

Post by Saydon » 23 Feb 2012, 00:20

¡¡Genial!! me ha encantado AutoPrisa, espero impaciente otro capitulo :D.

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Re: Kupocrónicas. Capítulo 1

Post by AutoPrisa » 23 Feb 2012, 06:28

Muchísimas gracias por haberlo leído Saydon. He actualizado con el capítulo 2. Ya no tienes que esperar más jajaja
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Re: Kupocrónicas. Capítulos 1&2

Post by Godah » 23 Feb 2012, 10:52

AutoPrisa, si me puedes conseguir un PDF (por si lo puedes hacer fácilmente; si no ya me apaño yo) de los capítulos que tengas será un placer leerlo en mi Kindle (no me gusta leer en el ordenador cosas de extensión considerable). Entre líneas veo un estilo prometedor y fresco. :]

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Re: Kupocrónicas. Capítulos 1&2

Post by auron_antonio » 23 Feb 2012, 13:47

Jaja, me encanta, enserio, este tipo de cosas me encanta, tengo que leerlo nada más que tenga tiempo y prometo darte mi opinión y ser un seguidor fiel. :alien:
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Re: Kupocrónicas. Capítulos 1&2

Post by AutoPrisa » 23 Feb 2012, 21:43

Godah, lo siento, pero por ahora no llevo mucho más, sorry. Cuando tenga los 5 primeros, los pondré en PDF.
La verdad es que no sabía muy bien cómo postear algo extenso, porque llegará un momento en que el post llegue a un límite, así que supongo que seguiré por aquí e iré poniendo los PDF en el primer post según vaya compilando.
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Re: Kupocrónicas. Capítulos 1&2

Post by Godah » 23 Feb 2012, 22:41

No temas, AutoPrisa. Influenciado por tu hechizo, ya he preparado un PDF de lo que has posteado en un periquete. Estos días me lo leeré, ya que tengo una ingente cantidad de cosas (artículos, cuentos, etc.) por leer en Kindle.

Y si a alguien más le sirve, pues mejor, ¿no? Ánimo con las crónicas.

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Re: Kupocrónicas. Capítulos 1&2

Post by Godah » 29 Feb 2012, 23:06

Pues dobleoposteo porque considero que merece la pena reflotar las Kupocrónicas. Así en general te diría que me parece un cuento muy bien hilvanado, se nota que te has querido currar bien la terminología y pretendes ir mucho más allá con ella. Me he quedado con el regusto de la primera partida en un Final Fantasy, te felicito, la atmósfera que logras es muy propia del universo, así que tu trabajo de mímesis es impecable.

Pasando a cosas más concretas, debo alabar tu léxico, muy rico y bien justificado. Las frases, el estilo y las descripciones son muy preciosistas. A mi gusto me han sobrado algunos incisos descriptivos que acaban retorciendo demasiado un punto de inicio de narración. Pero por otro lado ganas en expectación en la introducción de algunas criaturas como el Tonberi. Además, es un gozo ver que eres de las pocas personas que sabe usar bien el guion como marca tipográfica en los diálogos. xDD Aprovechando que estás en un nivel de gran maestría, te indico unos errores que te interesará corregir:

comprobó como las puntas metálicas [debe ser cómo, pues en este sentido no hay comparación, sino modalidad]
el cuál muchos despreciaban [no es necesario el acento, este "cual" es relativo y no interrogativo]
Y aquél dogma fue instaurado [tampoco es necesario el acento porque el demostrativo ya acompaña el sustantivo]
Con veneno incluído [sin acento]
Lorena, ¿Lorena estás bien? [aquí el error es más bien de puntuación o estilo; si te refieres a la repetición del nombre, quizá te hayas olvidado de una coma]
Tu vida es muy valiosa Lorena [a no ser que uses Lorena como metonimia, creo que ídem xD]
Ambos unieron fuerzas, y con un par de cortes diestros realizados con la cimitarra, y tres estocadas de la alabarda, ... [aquí creo que te confundes: antes hablabas de que Petra usaba una lanza y aquí dices que es una alabarda; cuidado, no son el mismo tipo de arma exactamente, la alabarda tiene además de la punta de pica un filo parecido al del hacha]
gracias a la cuál fueron capaces [ídem que en el segundo caso]

Y con esto yo creo que rozas la perfección formal. Te animo a seguir adelante y que el ritmo narrativo no decaiga. Además, se nota que le das ese estilo entrañable de videojuego.

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